dos semanas
Desde la última vez que escribí acá, dormí poco y encontré un par de botas dos números menos que las mías debajo de la cama. Viajé en subte con mi madre, que con anteojos negros y de mi brazo parecía novidente. Un señor me guiñó el ojo desde una escalera, otro atajó mi saludo con un "te cambió el semblante" y un taxista complaciente esperó a que yo entrara al hall de mi casa antes de arrancar. Recorrí varias veces un mismo camino, el que va de de la angustia a la euforia. Hablé con extranjeros, me leyeron el tarot, escuché Aleluyah y vi fútbol por tv, también un documental y varios recitales de poesía. Me compré una minifalda un mediodía, disfruté de comida casera y sufrí el café que escupen esas máquinas exprés. Bailé con ganas y mucho cansancio un par de noches, recordé el origen de mi apellido y anécdotas casi borradas de años atrás: tardes enteras de estudio, con una energía que no puedo identificar dónde se ha ido. La mañana trae siempre una cierta claridad sobre las cosas. Que perturba.
1 Comments:
me encanta este post!
besos
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