Interlocutores
Entre las sensaciones de extrañeza y opresión por la multitud, el perfil del público y el show, aquel 10 de marzo no tuve con quien comentar el show de Oasis en Buenos Aires. Lo que sigue es la opinión de José Bellas, un interlocutor válido, con el que comparto algunas ideas.
"La última vez que vino Oasis la cosa había sido así: tocaron en el mismo lugar (Campo Argentino de Polo)y fue la mitad de gente que el viernes pasado. Y eso que el paquete incluía a Neil Young,una leyenda rockera que nunca nos había visitado y que podía arrimar otro público. Además, era enero de 2001 y todavía un peso valía un dólar. ¿Qué pasó para que el viernes a la noche se congestionara el tráfico de media ciudad y fuera casi imposible estar siquiera cómodo lejos del escenario? Sin ninguna pretensión de arrimar siquiera a la verdad, vayan algunas posibles razones:
a) Queremos a Oasis aunque ya nos hayamos resignado a que nunca vuelvan a componer una canción digna de figurar en sus dos primeros discos y Liam Gallagher pase por una ronquera casi permanente.
b) Nos acostumbramos a la crisis cíclica y sabemos que en cualquier momento todo se vuelve a ir al carajo. Entonces, nadie duda en pagar lo que se pide.
c) En marzo todavía nadie se llevó materias y los padres creen que es un estímulo válido pagarles un ticket. Además, después de Cromañón,el formato aire libre ofrece garantías.
Después de una hora y media cronometrada (podrían tocar Supersonic, ¿no?), sigo encontrando en la olímpica ausencia de palabras en castellano, moralinas de millonarios y camisetas de la selección una razón válida para sentirme, como espectador, menos subestimado".
Más allá de las ideas, me quedo con ese chico de blanco ahí, solo en el escenario. Mucha elegancia.
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