los reyes no existen
Para no faltar a mi palabra, debo reconocer que se me escaparon un par de días. Raros días. Puedo autocitarme y decir, respecto a mi planeta-blog que, "Como con todo, con el analista no se puede mantener una relación estable". Es verdad, tampoco fui esta semana, pero me estoy refiriendo al blog.
Terror. Cuatro desconocidos se metieron conmigo en la casa de una amiga el miércoles a la noche. Ella había organizado una cena de año nuevo y yo, con la botella de champagne en la mano, me quedé temblando cuando un arma de fuego plateada me empujó. Desde entonces la escena aparece recurrente en mi cabeza, y se siente en el pecho, justo donde retumba físicamente el miedo. Ellos con dos armas nos encerraron a nosotros (cinco) en un bañito y los veinte minutos que tardamos en salir, cuando creímos que ya se habían ido, confirmaron eso que llaman "tiempo vivido". Ellos y nosotros. Mi billetera quedó vacía (a todos nos faltaron cosas y a la casa también), aunque lo más preciado que se fue está en el aire. Jamás un arma estuvo tan cerca. Y lo más extraño es que a veces parece que todo esto nunca ocurrió.
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